Reconozco que hay cosas que no salen como quieres. Yo iba convencido de encontrarme un mar agresivo y no hubo nada de todo eso. La calma chicha era la norma. Las mareas subían y bajaban sin olas. Hora tras hora. Día tras día. Quería olas, espuma, quería que el agua azotara la piedra, deseaba escenas dramáticas. No hubo nada de todo eso. Era peor que en un lago. Superficie plana. Un placer para navegar, pero fotográficamente hablando muy aburrido. Demasiado.
En cambio, me encontré con unos cielos alucinantes. Cosas que jamás había visto. Bueno sí. Como efecto especial en alguna película donde los alienígenas nos invaden. De hecho, es más fácil encontrar un mar embravecido que un cielo que parece que te lo hayan preparado para ti.
Siempre digo que la inspiración te ha de pillar sentado y con la pluma (o lo que sea que uses para escribir) en la mano o al alcance de tus dedos. Amanecía e iba en busca de uno de esos buenos (y en general escasos) momentos donde cielos y mar (en este caso el Cantábrico) montaran una buena escena.
Y no salí decepcionado. No estoy seguro de que con un mar movido la escena tuviera tanta fuerza. En todo caso, era la primera vez que veía algo así. Hice fotos, esta es la prueba, pero me quede absorto disfrutando de ese pequeño momento mágico. Apenas duro un suspiro.
Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – Agosto 2023
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