Las palabras y los gestos también matan

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No damos la debida importancia a las palabras ni a los gestos. En definitiva, son un cauce por el que también puede discurrir la violencia más extrema. Un discurso otorgando carta de naturaleza a algo o justificándolo, puede derivar en que alguien piense que pegar, maltratar, violar o matar es algo correcto y que incluso está llamado a llevarlo a cabo otorgándose el papel de héroe salvador. No hablo de situaciones hipotéticas. Eso ocurre todos los días. Sin darnos cuenta vivimos en una sociedad mediatizada de mensajes a los que apenas damos importancia y que modulan la respuesta de mucha gente frente a personas o actividades diversas.

Hace un par de días pude contemplar en las escaleras de una iglesia como una pareja se hacía unas fotos de preboda. Estaba allí, un lugar muy concurrido, muy turístico, con mi cámara y con el objetivo correcto para aprovechar y hacer algunas fotos de la pareja. Tuve tiempo para analizar su gestualidad, como interpretaban las sugerencias del fotógrafo (más bien ordenes dictadas con cariño).

Para situarnos en el ángulo correcto, tengo que comentar que venimos de unas semanas (escribo esto a mediados de septiembre de 2023) donde la sensibilidad está muy acentuada debido al machismo del expresidente Rubiales, el del futbol claro. Machismo tan interiorizado que ignora que lo padece. Gestos que hace unos años, pasarían sin pena ni gloria y que hace unas décadas se jalearían sin pudor, hoy se analizan en detalle y te das cuenta de cuanta violencia lleva implícita cada pequeño gesto, cada palabra.

Iba haciendo fotos y me di cuenta de que la ambos estaban muy serios. Demasiado. A pesar de que en esas fotos, siempre se les pide una cierta contención, una vez pasan de un posado a otro, en general la gente sonríe, a veces se echa a reír, cuchichea. Vamos que existe un tono relajado y se puede percibir que la sesión es algo agradable. Y no. Ambos seguían con cara adusta, apenas se miraban si no estaban posando. Claro, hacer las fotos frente a una multitud que observa, tampoco es algo demasiado grato, pero eso ya lo sabían cuando lo planearon. La iglesia en cuestión es la de Amalfi, en Italia, y por allí pasan ingentes cantidades de turistas todos los días del año.

Así que, mientras esperaba que surgiera algún plano curioso entre los dos, me puse a observarlos en detalle. Fue fácil desentrañar los códigos con los que se movían. Él siempre era el humano que agarraba. Ella la humana que quedaba subordinada. Él siempre estaba o a la misma altura o por encima. Él siempre mostraba una actitud activa y ella pasiva. Él rodeaba sin pudor los cabellos, hombros, caderas o las manos de ella. Los papeles de ambos estaban tan determinados que el “baile” con el que se movían era tan predecible como violento a mis ojos. Llevo contemplando esos mismos gestos desde la primera boda a la que asistí siendo niño y ahora, aún siendo consciente de ello antes, me horrorizo de la carga nauseabunda que aporta al mensaje subliminal que es puro veneno. Esta comunicando que ella es algo que se posee. La convierte en un objeto sin alma y por tanto más fácil de dañar si hace falta y lo más importante: sin sentir remordimientos por ello. Así que la violencia de género que seguimos sufriendo se aposenta entre otras muchas cosas tan sutiles como esta, en estas esquelas subliminales.

Les contaré un par de sucesos verídicos que llevo clavados en mi corazón. Uno hace referencia a mi madre. Debía de ser a principios de los años sesenta del siglo pasado. Hace unos setenta años. Joana viajaba sola desde Barcelona a Andorra donde vivíamos. Había ido a visitar a unos familiares y regresaba a su hogar. En aquellos tiempos, en España, las mujeres, la mitad de la población no tenían apenas derechos. Tampoco, como bien dice siempre Cristina Almeida, no tenían derecho a tener nada a su nombre. Una muy poco sutil manera de tenerlas controladas. Joana llevaba el pasaporte conjunto con mi padre (un solo pasaporte para ambos). El policía la paró, la hizo bajar del autobus (que perdió) y la dejo varada allí, en la frontera, hasta que su marido la fuera a buscar. No fuera a ser que Joana estuviera escapándose de la égida (autoritas) de mi padre. Lo que mi madre dijera o hiciera, no le importaba al hombre que ejercía de policía. Solo cuando mi padre apareció, la dejaron marchar de España al extranjero. Pueden sacar sus propias conclusiones.

El segundo suceso, hace menos tiempo, hará como unos treinta años. Fue una conversación de una pareja de turistas que pude escuchar al estar quieto en la cola de un cine (y ellos en la barra de bar contigua). El lugar concreto era la entrada del Cine Modern, en la avenida Meritxell en Andorra la Vella. Solo pude escuchar claramente (porque sonó alto y claro lo siguiente: “Nunca vuelvas a contradecirme en público”. El tono con que lo hizo no dejaba dudas de la violencia implícita de la frase. La cara de ambos, la de él pura furia, la de ella, acogotada y temerosa, eran toda una terrorífica declaración. No satisfecho con ello, la repitió varias veces, elevando el tono. Acercando su cara enrojecida de ira a la de ella (por encima). Nunca había contemplado una escena tan llena de violencia a menos de un metro de mí. Ella no respondió, no pudo o no se atrevió. Mi cola para las entradas del cine empezó a avanzar y los deje atrás.

Oh, sí. La intimidación es otro paso más en esa espiral que empieza con declaraciones o gestos sencillos, aparentemente sin malicia, aquellos de los que hablaba al principio sobre los que apenas reflexionamos y que anidan en su interior incontestables bombas atómicas que todo lo destruyen. Avanzan imparables y cuando nos damos cuenta son auténticos maremotos que arrasan con todas las conquistas y avances sociales.

Las palabras y los gestos también pueden ser, por desgracia, una autopista directa al infierno.

Las declaraciones de Rubiales caminaban en esa misma dirección. Amamantadas de ese maligno machismo que intenta perseverar y reproducirse. Por eso mismo, no debemos dejar de barrar el paso a semejante ideario. Es importante alzarse y manifestar nuestro rechazo a semejantes comportamientos y actitudes. Tenemos que seguir siendo activistas porque todas, todos y tod@s nos merecemos un mundo mejor.

Y como decía el poeta Rafael Alberti, es muy importante seguir galopando hasta enterrarlos en la mar.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – Septiembre 2023

Amnistía

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Es un insulto que me tomen por idiota todos los días. Me sonroja pensar que compartimos genes con esas personas. Siento una profunda vergüenza y me entran arcadas al escuchar las barbaridades que vomitan como si fueran las tablas de la ley esculpidas en granito, marmol o titánio.

Seguimos viviendo en un triste reino donde ponen alas a lo torpe y palos a la inteligencia. Solo así se entiende las barbaridades que algunas voces sueltan con absurda inconsciencia y alevosía.

¿Les suena aquello de que la Familia estaba en peligro? ¿Qué el mundo iba a desaparecer? ¿Qué las siete plagas regresarían? Llego el divorcio y no paso nada, bueno sí, hubo mucha más gente feliz por lograr separarse y hacer desaparecer a la gente tóxica de sus vidas. Llego el matrimonio gay, las adopciones y lo mismo. Solo hay más gente satisfecha y feliz. El mundo continua adelante, porque nada de eso afecta a la vida real de las personas.

Nos hemos dotado de reglas, leyes, cartas magnas y otros inventos humanos para hacer la convivencia más fácil y no al contrario. Algunos se empeñan en usar todo ese compendio para crear muros donde solo su mísera visión es permitida. Periódicamente sufrimos de accesos de ese tipo. Esa visión restringida y miope ha causado un daño irreparable incontables veces y parece que estamos condenados a repetir esos errores una y otra vez porque nuestra memoria (y nuestras vidas) son cortas.

Volvemos a tropezar con la misma piedra.

Es terrible tener que levantarse y gritar una y otra vez. Y otra. Y otra vez más. Tener que defender las conquistas sociales que me permiten tener una vida más plena, más libre, más feliz.

De nuevo llegan los jinetes de la apocalipsis, de nuevo el mundo va a entrar en una debacle. Anuncian que el país va a sufrir toda suerte de calamidades, será arrasado y no quedará nada más que tierra yerma y estéril si se consuma la amnistía. Su idea de nación olvida (a propósito o por ignorancia) la historia de como se ha llegado hasta aquí. Se olvida la sangre derramada y la infelicidad causada a manos llenas durante siglos para alcanzar esa idea atroz y deleznable que tienen de su nación.

Es muy cansado su anuncio del total cataclismo y que finalmente eso nunca llegue. Enfada que nos tomen por tontos incapaces de sacar conclusiones, que asuman que somos unos ignorantes, que no conocemos la historia.

Se ha llegado hasta aquí a base de conquistas, guerras, cambalaches, intereses espurios y sobre todo mucha, mucha, muchísima ambición. El reguero de muertos, de devastación causada y angustia es tan enorme que es imposible narrarlo.

Las palabras usadas, son tan típicas y tan pobres que causarían risa si no fuera porque algunas almas cándidas se las creen a pies juntillas. Sin analizar, sin reflexionar. Y son explotadas como carne de cañón de sus ideas. La dirección de sus discursos lleva a enfrentarnos porque eso es lo que pretenden. Crear dos bandos donde tengas que elegir. Esa es la gran trampa. La pobreza de sus argumentos ensalzando ese populismo retrogrado solo proporciona amargura. Es, en definitiva, una idea tóxica. Puro veneno que mata.

Así que, de nuevo, solo queda el camino de denunciar alto y claro sus tropelías. De nuevo es necesario denunciar sus maniobras para manipular la opinión de la gente. De nuevo es necesario levantarse y defender las conquistas conseguidas tras tantas miserias, muertes y dolor.

Ellos solo tienen ese olor a rancio, a naftalina y mucho dinero para engrasar la máquina de sus intereses. Solo tienen la visión de un lugar uniforme donde no caben discrepancia ni otras ideas, ni otras formas de conformar un estado. Ellos solo quieren un tono gris aburrido y amargo tirando a negro opaco donde ocultar sus intereses obscenos.

Se olvidan del color, de la riqueza de lo diferente. Las miles de texturas y de olores que conforman la humanidad. Se olvidan del pensamiento abstracto que nos permiten viajar por las estrellas sin movernos de casa. Se olvidan de que tras el ruido de las olas del mar existe un mundo maravilloso y sobre todo se olvidan que una vez, quizá cuando nacieron y fueron niños, ellos también se maravillaron y se quedaron con la boca abierta contemplando este mundo.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – Septiembre 2023

Celebrar

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A veces uno se olvida de celebrar. La vida te arrastra en una voragine tal que pierdes la perspectiva de las cosas. Es bueno pararse y tomarse tiempo y espacio para situar las cosas en sus terminos, sean los que estos sean para cada cual.

Ayer ví un anuncio de Apple en la que la gente que había estado en situaciones complicadas celebraban un nuevo cumpleaños. La emoción que transmitían sus caras eran genuinas. Sabía que allí no había nada impostado.

Recordé haber caminado la misma senda y pensé en hacer un alto.

Sentir la rugosidad del suelo, el frío y el calor, esas rafagas de aire, las fragancias que te envuelven venidas de no se sabe dónde ni cómo. Sobre todo ese ruido inintelligible que está allí, pero que invisibilizas para que no te resulte molesto.

Sentir el sabor de la fruta madura al morderla mientras una dulce gota se escurre entre tus lábios, recorre tu barbilla y no te molestas en limpiarla.

Sentir la caricia de una sonrisa al mirarte y saber que apenas necesitas nada más para sentir ese ligero atisbo de felicidad.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – Agosto 2023

Mensajes

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Que “la fotografía parece ser la más literaria de las artes gráficas”, ya lo dijo Walker Evans, un artista a quien siempre fascinó tanto el poder expresivo y descriptivo del medio fotográfico como el de las letras. Tanto en los talleres que impartía sobre fotografía como de escritura bajo una óptica creativa, solía usar el contrario para ilustrar las enormes posibilidades que ambos ofrecen para vislumbrar la amplitud de sus capacidades en cualquiera de ambas disciplinas.
Estos días estoy leyendo un par de libros curiosos que te hacen reflexionar, y mucho, sobre las aspiraciones que, como artista, sea escritor, fotógrafo u otro, intentas a las claras o de forma sutil colar al que te lee u observa tus imágenes. Los libros en cuestión los descubrí a través de una reseña del Diario El País y son: Strange Hours: Photography, Memory, and the Lives of Artists. Aperture, 2023. Rebecca Bengal. 216, páginas y Writer Conversation, 1000 Words, 2023. 144 páginas.
Ya he comentado, en más de una ocasión, la interesante cuestión de que muchos fotógrafos se dediquen también a la escritura y que estos manifiesten una especial atención por la fotografía. No vamos a descubrir nada nuevo bajo el sol en esta cuestión y cada cual podrá sacar sus propias conclusiones de sus experiencias.
Lo que me interesa aquí es reseñar como es imposible, bueno, no seamos tan deterministas, casi imposible no establecer entra obra y lector o espectador una comunicación, a la postre un enlace emocional más o menos intenso. Este puede ser visible, sin tapujos o tan sutil que resulte (casi) invisible. Lo importante es darse cuenta que, lo quiera o no, intenta ofrecer un punto de vista determinado de aquello que configura su obra y que por tanto, sin ánimo de manipular (aunque a veces eso no solo es posible sino que es totalmente intencionado) logra ampliar el mundo del lector o espectador.
No me voy a poner exquisito para valorar si es positivo o negativo. Eso depende del artista. En cualquier caso, solo mencionar su existencia y que, como todo, tiene dos caras una luminosa y otra tenebrosa. El detalle es que siempre será enriquecedor si el que recibe el mensaje sabe filtrar y analizar lo que se le ofrece.
Por último, y buscando esa sonrisa esquiva. Pasmarse porque una vez hecha la obra, deja de ser solo tuya. Esta pertenece también a los lectores o espectadores. Son ellos los que descubren intenciones allá donde el artista nunca pensó hollar. Y es que viajamos a la velocidad de la luz.